CON VINO LIGERO, LO MÁS LIGERO
Con los vinos blancos y tintos secos, ligeros, de sabor sencillo, es muy fácil emparejar las comidas, ya que en estos vinos no hay un carácter tan fuerte como para que superen el de la comida.
Con los vinos blancos y tintos secos, ligeros, de sabor sencillo, es muy fácil emparejar las comidas, ya que en estos vinos no hay un carácter tan fuerte como para que superen el de la comida.
Si durante la preparación la comida pasa sólo por una intervención mínima (rehogada, cocida al vapor, escaldada), armonizará mejor con vinos más ligeros. Si asamos, tostamos o freímos, también vienen bien los vinos más robustos, puesto que así en la preparación se le añaden más notas a la comida. Si freímos en aceite, la mejor elección es un vino más ligero, pero de buena acidez, puesto que durante la fritura aumenta el contenido de grasa de las comidas.
Las comidas servidas frías, los platos fríos requieren vinos más ligeros que también se sirven fríos. Podemos elegir vino blanco, rosé o tinto ligero afrutado.
Cuánto más intenso sea el sabor de la comida, tanto mejor será el maridaje con vinos más intensos. ¡Siempre busquemos el vino para el sabor más intenso!
Para sabores ácidos ‒como el limón, el vinagre, el tomate, etc.‒ los ácidos del vino deben guardar equilibrio con los ácidos de la comida, por eso hemos de elegir un vino de ácidos intensos.
Si comemos postre, el vino debe ser más dulce que el postre, pues con el sabor dulce del postre el vino parecerá más seco. Son una excepción los sabores de chocolate negro, con los que los vinos tintos con tanino y más cuerpo también encajan bien.
Si con una comida neutra servimos salsa de fruta u otra salsa dulce, el afrutado del vino debe armonizar con los sabores de la salsa.
Los sabores ahumados requieren vinos con carácter, que armonicen con la intensidad del ahumado. Aún un poco de azúcar residual también encaja con estas comidas.
Los vinos tintos grandes con cuerpo van bien con las comidas ricas y pesadas. Pueden ser platos más pesados de carne de caza o ternera asada.
Los vinos con ácidos definidos, gruesos y dulces combinan bien con las comidas grasientas. Un ejemplo clásico de ello es el aszú de Tokaj emparejado con el hígado de ganso o de pato asado en su grasa.