Los romanos que conquistaron la provincia de Panonia trajeron consigo la cultura del baño desde Italia, pero aquí encontraron tanto una buena acogida como aguas naturales con propiedades medicinales. Los conquistadores húngaros tampoco eran ajenos a los baños, y su nobleza llevaba consigo bañeras portátiles de cuero. En la corte del rey Matías, según Galeotto Marzio, se invitaba a los huéspedes de lugares lejanos a un baño de vapor.
Del baño turco al balneario medicinal
Los turcos también llegaron con una avanzada cultura del baño, fundando varios baños turcos en Buda, Eger y otras partes del país. Varios de ellos (como el Balneario Rudas, el Balneario Király y el Baño Veli Bej, de la Orden de las Hermanas de la Caridad) todavía operan hoy día, y su oferta combina los beneficios y servicios de los baños turcos tradicionales y los balnearios de bienestar modernos, desde masajes hasta la clásica experiencia del hammam. Pero una cosa no ha cambiado: siguen siendo lugares de renovación física y espiritual.
Los médicos del Imperio de los Habsburgo también utilizaban las aguas termales para la curación. La aristocracia de la monarquía austrohúngara, y también la alta burguesía, solían veranear frecuentemente en los balnearios medicinales del país, desde Abbazia hasta Herkulesfürdő. Aunque el país perdió numerosos balnearios famosos por decisión de Tratado de Trianón, Hévíz, Hajdúszoboszló y Budapest siguen ocupando un digno lugar en la cultura balnearia europea.