Un manjar domesticado para servir
Seamos realistas, en la cocina húngara no es fácil encontrar un plato que no se sazone con pimentón. Y cuánto más, mejor. Además, conforme a una especie de costumbre popular, los más fanáticos usan exclusivamente pimentón picante y, al final, aumentan el picor del plato agregándole pimientos verdes picantes. El turista, de repente, se da cuenta de que sus papilas gustativas están ardiendo mientras ha sido sometido a una especie de prueba de sonrojo y carraspeo de garganta, como si estuviese participando de forma voluntaria en un concurso de comer chiles. Pero los platos preparados a la cazadora representan una excepción alentadora a este tipo de competiciones.
Este plato principal elaborado al vapor con sabor agridulce apareció en la cocina húngara debido a las influencias germano-austríacas. Originalmente, era una especie de proceso de preparación en que la carne de caza pasaba unos cuantos días en adobo o marinándose antes de su cocción lenta, y luego las verduras y el jugo de la carne se aprovechaba en la elaboración de una salsa adicional para acompañar la carne y untar el pan, logrando que todo el plato fuera más suave y jugoso. La carne de caza básicamente es una carne más seca y con menos contenido de grasa, por lo que, al prepararla, vale la pena clavetearla con tocino. De esta forma, se pueden preparar el jabalí, el corzo, el ciervo, o incluso la liebre o el ánade real. En el caso del ciervo, por ejemplo, la pierna, en el caso del jabalí, el lomo o solomillo son buena elección para preparar un plato a la cazadora. Posteriormente, esta salsa empezó a servirse para acompañar también platos basados en otros tipos de carne.