Construido en el siglo XV, el castillo de Gyula es el único castillo gótico de ladrillo de las tierras bajas que se ha conservado en Europa central y oriental. El hecho de que esté relativamente intacto en la actualidad también se debe a la familia aristocrática propietaria del vecino Palacio Almásy. El edificio escapó de la destrucción que alcanzó a muchos castillos húngaros al ser incorporado en el parque del Palacio Almásy como una “ruina romántica”.
La fortaleza se convirtió en ornamento del jardín del palacio.
Pero retrocedamos en el tiempo hasta el siglo XV, un período de aventuras en la historia de Hungría. Lo que sabemos con certeza sobre la construcción del castillo es que su capilla fue consagrada en 1445. Posteriormente, el castillo pasó a manos de János Corvin ‒hijo ilegítimo del legendario rey húngaro Matías‒, quien lo amplió con otras dependencias. En 1566, el capitán László Kerecsényi mantuvo la fortaleza durante 9 semanas frente al asedio de los turcos, pero, finalmente, se vio obligado a rendirse al enemigo. El castillo estuvo entonces bajo dominio turco durante 129 años, los ocupantes lo abandonaron solo en 1695. Gradualmente, perdió su importancia militar, aunque desempeñó cierto papel en la Guerra de Independencia de Rákóczi en el siglo XVIII y en la época posterior a la derrota de la Guerra de Independencia contra los Habsburgo en 1848-1849. El castillo, cuya importancia comenzó a desvanecerse lentamente ya en el siglo XVIII, recibió una función diferente: fue destilería de pálinka (aguardiente), salón de actos de la provincia, prisión y, posteriormente, una especie de decoración romántica en el jardín del Palacio Almásy que se estaba construyendo mientras tanto, hasta que, finalmente, comenzaron las obras de renovación en la década de 1950.