La construcción del castillo de paredes blancas como la nieve comenzó en 1785, pero no fue hasta principios del siglo XIX cuando la famosa familia Brunszvik se hizo cargo de la finca y, durante décadas, conformó el edificio que inicialmente tenía rasgos barrocos. A finales de siglo, fue adquirido por el cervecero Antal Dreher y, más tarde, durante la Guerra Mundial, se convirtió en un hospital militar. En la actualidad, tanto el palacio como la finca están bajo la tutela de la Academia de Ciencias de Hungría. El elemento más hermoso del castillo es el jardín inglés de 70 hectáreas, donde su soñador, Ferenc Brunszvik, plantó árboles singulares, como almendros enanos, cedros y cipreses de pantano. El arquitecto paisajista del jardín inglés fue nada menos que Heinrich Nebbien, a quien también se le atribuye el diseño del Parque Municipal. La curiosidad del parque es que represaron el arroyo Szent László que lo atraviesa, conformando así una isla en él. La isla también cuenta con un escenario al aire libre donde se celebran conciertos con regularidad.
¿Y a qué viene aquí Beethoven?
Diversos documentos acreditan que Beethoven estuvo en Martonvásár en tres ocasiones con el fin de enseñar a las veinteañeras Brunszvik. Aunque a Beethoven no le gustaba enseñar –creía que enseñar debían los que no sabían componer música–, hizo una excepción con Teréz y Jozefin. A través de la enseñanza, se estableció una relación amistosa entre él y la familia, y el hermano de las jóvenes, Ferenc, se convirtió en un importante mecenas del compositor. Beethoven le dedicó su Appassionata, obra que terminó en el parque del palacio de Martonvásar; cuenta la leyenda que la terminó en la isla, bajo un gran álamo. Esta relación especial se conmemora con la exposición de Beethoven que ahora se exhibe en el palacio, donde se puede ver el piano del compositor y su correspondencia con Jozefin, entre otros. También podrá admirar una reliquia realmente singular, la medalla en que se incrustó el pelo de Beethoven.