Hace mucho tiempo, después de que alguien colgara sus piernas al borde de una cavidad, se dio cuenta de que las heridas de sus pies empezaron a curarse. La respuesta se halla en el dióxido de carbono. En algunas partes del mundo, se puede observar que, como consecuencia de las actividades posvolcánicas, emergen gases que al inhalarse o absorberse a través de la piel ejercen un efecto curativo en el torrente sanguíneo. Por supuesto, no tenemos que colgar las piernas sobre un abismo, es suficiente aplicar el vapor como tratamiento en un entorno controlado. En el pueblo de Mátraderecske, situado en el norte de Hungría, gases beneficiosos para la salud con un alto contenido de dióxido de carbono llegan a la superficie desde una profundidad de, aproximadamente, 1000 metros, que se recomiendan para la rehabilitación cardiovascular y, por su alto contenido de radón, para el tratamiento de enfermedades vasculares y trastornos vasculares periféricos asociados a la diabetes.